Confieso que ha dolido,
verte en la viveza de las olas,
y no poder ser la ola que te toca.
Y tú no adviertes que te miro.
Confieso que la noche vino en horas sueltas
a dejarme tu imagen,
y ha dolido el día cuando la noche se ha alejado.
Confieso que te he escrito cada noche,
sin perdón de nostalgia
así como fui llegando,
con la que me adentro en la arena, en el mar,
en tu mirada,
en tu piel hecha arena, en el mar de tu mirada.
Confieso que te ame en silencio
y odie el silencio del amor;
confieso que te amo.
Y este regreso ha dolido más que la ida,
y ese último abrazo ha dolido más que cualquier último.
Confieso que te extraño.