Bella mujer camagüira…
de pelo ondulado,
felicidad elocuente,
mirar apasionado,
siempre de frente,
como una luz,
brillando ardiente,
y en su rostro una sonrisa,
alegre… imberbe,
siempre presente.
Eres el fruto amado…
aún vigente,
de un pasado,
que nunca muere,
que siempre siente,
que eres reflejo,
aun viviente,
de tus ancestros,
que te engendraron felices,
en su vientre.
Eres la niña,
que está en mis ojos,
viendo segura,
y sin enojo,
siendo la estrella,
en mi amplio cielo,
donde la noche,
tú iluminas,
y el insomnio,
trae desvelo.
Tu voz melodiosa,
anida en mi oído,
como una canción,
que me fascina,
porque son tus acordes,
como de diosa,
tierna y serena,
también divina,
sin hacerte sentir…
vanidosa.
Eres la flor…
que creció en el campo,
que nutrió de belleza,
con sus encantos;
y eres ejemplo,
de toda mujer,
con mucha pujanza,
porque hay en tus manos,
y en todo tu ser,
mucho amor y esperanza.
No es halago…
lo que hoy expreso;
tampoco miento,
al escribir lo que veo,
lo que pienso,
lo que siento,
porque nace de adentro,
la figura hereditaria,
de una mujer hermosa y real…
no imaginaria.