Oscurece, negro y oro,
-extraño cielo-
franjas de humo en occidente,
y el sol en el continente
vuelca su último tesoro
sobre el monte.
Un misterioso horizonte
de luz acuna las sombras,
y me nombras
allá, adentro de la nube,
donde el viejo tiempo sube.
-Tango y voces-
que tal vez no reconoces,
en esta mística hora
donde mora
el alma, a veces,
confundida por la entrada
de esta historia inexplorada.
No eres tú,
no sé si soy,
mira bien por si me voy
que mi mente escapa al rato
como silueta de gato,
cautiva en una pecera,
y a la espera
de ti
-ya pájaro o pez
o antiguo tronco a la vez-
según juegues con los ojos
el pasado es el poniente,
renaciente.
Bailemos que se apresura
la llegada de la noche,
bailemos en la espesura
para cerrar con un broche
entre telones del sueño,
-sutil dueño-
del teatro de la aventura.