Cesar Busso

¿Dónde te quedaste?

¿Dónde te quedaste?

 

Pero dónde estás? Dónde te quedaste camarada risueño?

En la Tierra ya informaron de tu escape? Y en el cielo, alguien avisó que llegaste?

Quizás no te fuiste. Claro, ahora entiendo, sos el chiquilín de siempre jugando a las escondidas.

Como en un espejo trizado que disloca la imagen aun puedo verte.

Estás como siempre: Pintón, perfumado y algo sonriente.

 

Suena un disco de Almendra, se percibe un avainillado aroma a tabaco. También huele a cognac. Pero entonces dónde te quedaste?

Es obra de mi imaginación o es de veras que puedo tocarte?

El recuerdo es vivo sólo si se lo ejercita a diario, como a cualquier músculo. Y en ese vivo recuerdo quiero facilitarte algunas cosas para que te sientas cómodo: Algún libro de Cortázar, una copa de petit verdot, un riff de Maiden.

Ahora si, pasá, ya está todo listo. Reposá en la humilde pero cálida morada de mi conciencia, no hay muchos lujos, pero quedate tranquilo que no nos va a faltar nada.

 

Quién puede asegurar que te quedaste en tal o cual lugar? Si tal vez los lugares no existan y sean una simple distorsión de la realidad, como el tiempo.

Por lo pronto, en la vívida realidad de mi conciencia, que si existe, al menos para mi, quiero alojarte cuanto tiempo gustes; que no te incomode, sobra espacio para dos.