No es verdad que estando tú ausente
el eco de tu voz se me apagaba
y que otro nombre de mujer merodeaba
los laberínticos rincones de mi mente.
No es verdad que tu imagen sonriente
vagaba en los mares del olvido,
contigo siempre me sentí diferente
y sin ti era un ángel caído.
Si te han dicho de mí que he sido
tan sólo un simulacro del amor,
que te he visto llorar y en tu dolor
nada hay que me haya conmovido;
te digo -si acaso has creído-
lo que de mí te han contado,
que no hay de ti alguien más enamorado
ni sin ti alguien más perdido.
Yo te amo y ahora lo escribo.
¡Y no hay nada más cierto!
Si te amaré después de muerto,
¡cuánto te amo ahora que estoy vivo!