La oscuridad de la noche,
se acerca…
lenta,
agitada,
trémula,
sigilosa,
con apariencia apacible,
pero cargada de incertidumbre,
pesar,
angustia,
dolor
y olor a herrumbre.
La gente presagia,
el cabalgar de las bestias,
y en las nocturnas calles,
se oye el rechinar,
al paso que la herradura,
cual palabra profética,
se comienza anunciar.
Parecieran volver,
los tiempos de leyendas,
temiendo sea el cadejo,
la carreta bruja,
o el “justo juez” de la noche,
el que pasa por calles sombrías,
como señal de agonía,
y un triste despertar;
y con almohada puesta en pecho,
presagiando que a su puerta,
los jinetes apocalípticos,
lleguen a tocar.
Oscuridad ¡Oh no! …
¡no quiero volver a vivir!
prefiero mejor luchar,
para que la luz de la estrella,
que pretenden opacar,
su reflejo incandescente,
no deje de brillar.
Y a los jinetes apocalípticos,
que con cizaña juzgando están,
la fría noche los atrapará,
el crepúsculo aparecerá,
la verdad desnudará,
y el pueblo consecuente…
¡Hacia delante marchará!