Arrinconadas a diario, solo subyugales trayectorias de escapatoria que voy marcando con flechas ambidireccionales, voy dando riendas sueltas a estropiciados sueños desde la niñez.
No oculto los fracasos desalentadores, dejándolos a la vista, juzgandose de reojo a sí mismos ellos solos, pobres infames.
Hoy como ayer el laberinto hacia los laureles, de espuelazos dan saltos, locos trobadores de mis miserias portadores.
Esperar al despertar y que aquellos tercos temores desaparezcan vencidos por mis sueños, de esos grandes que de penares seguirán alimentándose como viejos amores.