No llegamos al fondo del pozo
por su polea cavilosa, de peldaño en peldaño,
sino para amanecer en tu gruta todavía cerrada.
No descendimos sino para el ascenso rectilíneo
hacia el yo amanezco tú amaneces
en la otra cara del mundo que no amanece.
Furtivamente suben alturas
hasta la resquemazón de los tobillos.
Las manos gimen por el dolor de las piedras.
Y de golpe se abre, soturno,
tu sexo.
Bajo hacia tu centro, escalonándome.