Doña Dominga, mi suegra,
Callada y sufrida,
Traviesa y tranquila,
Historias de tiempo
De guerras y vidas,
Con comida rica
En mesas tendidas
Para la familia
Que sigue creciendo
Mientras ella quiere
Que esté siempre unida
En años de amor,
Lucha y alegría.
Doña Dominga, mi suegra,
Que vino de lejos
Trayendo consigo
Al marido Renzo
Con ansias de abuelo
Que extraña a la hija,
Los nietos, el yerno,
Pero que trabaja
Sin decirnos nada
Por miedo a ofendernos,
Regando las plantas,
O cortando el pasto,
Cuidando con celo
La quinta, los pinos,
Y la estantería
Que cayó hasta el suelo.
Doña Dominga y sus pastas,
Que amasa al momento
Con mucho trabajo,
Soñando en el tiempo
Con sus manos fuertes,
Gentiles, calientes,
Kilos de ravioles,
Gnoqui y canelones.
Costuras la encorvan,
Le queman la espalda,
La nuca, las piernas,
Con sus dos kenioles,
La mirada tierna,
Planchando camisas
Y haciendo vestidos
De novias coquetas,
Dobladillos sueltos,
Remiendos al traste,
Y las zapatillas
Que compramos nuevas.
Doña Dominga, mi suegra,
Con la tozudez de
De una mula dura
Y el cariño suave
De una gran abuela,
Sus nietos la adoran
Y piden que vuelva,
El hijo y la nuera
Que la extrañan mucho
Tambinén le veneran
Su tesón amable,
Humilde, prolijo,
Su amor al trabajo
Sencillo, sumiso,
Su anhelo al descanso
Que nunca consigue,
Su viaje hasta acá
Por ver a su hijo.
Doña Dominga, mi suegra
Como llegó se volvió
A su casa vieja
Diciendo su adiós
Con mucha ternura
En lágrimas suaves
De amor y tristeza,
Besos de cariño
Y rezongos buenos.
Grandes esperanzas
De vernos de nuevo,
Con la calidad
De una gran viajera
Que llega y se va
Con valijas llenas
De amor con piedad
Para con su nuera,
Los nietos y el hijo
En la primavera.