La mochila cargada de esperanza
y el corazón cantando alegre trino,
ya marcaba mi rumbo de destino
a Santiago, mi alma en alabanza.
Cuando mi vista su paisaje alcanza
ardo con el fervor del peregrino,
y atrás quedó la senda del camino
plena de una dulcísima añoranza.
Y llegado a, tu plaza, Compostela,
siguiendo de otros pasos ya su estela,
se adueñó de mi ser algo profundo.
Y absorto en insondable pensamiento,
solo pude decir con sentimiento:
tu camino es camino abierto al mundo.