andrea barbaranelli

Niñez

El gesto de la niña sobresalta tupidas

confluencias y el exacto ensueño de la esfera.

El ojo es el prodigio de la carne que espera

la luz innumerable de palabras y heridas.

 

La risa de la niña brinca sobre el abismo

rotando piedrecitas que seguirán cayendo

– oscuros ecos rotos de un antiguo estruendo –

hasta cuando Dios cierre los ojos en sí mismo.

 

Detrás de su niñez solo está la Palabra

que la busca y la ronda y le pide que se abra

en todo el esplendor de sus nombres la rosa.

 

Ahora es mariposa, pájaro, hormiga, grillo,

pero la voz se quiebra y la mano ya roza

los labios que exaltan la carne con su brillo.