Desato una prenda y lo muestro.
Abro un poco el juicio estético;
Lo desgarro hasta que amanece húmedo el cuero.
Juego, no me acelero.
Lo guardo de nuevo.
Escondo la mano,
aparto pensamientos:
A esa figura me entrego.
Me sumerjo en mi propio aliento.
Lo agarro desde el pellejo y lo saco al viento.
Queriendo explotar intento callar todo esto.
Lo veo en el espejo y se engendran imágenes morbosas ante cualquier criterio,
aberrantes en muchos verbos.
Sonidos despejo, olores emergen desde el precipicio.
¿Que tienes que esconder tan adentro?
De que te estás arrepintiendo
No fueron las mejores decisiones lo acepto
Y me conmuevo sin peros.
Tal como a veces los ruidos de tu boca carnívora celebraron tal presencia,
la que siento a veces tan superflua
y otras tan al dente,
tan adentro.
Configuradora de centros ardientes.
Soy el príncipe perverso.
Ritmo latiendo, sorbiendo, derramando dulces recuerdos, lágrimas derrochando, miel espesa, albañil de tus silenciosos misterios
que se contraen en hondas succiones
Y largas cabalgatas .
Utilizando los recursos más oníricos que he visto,
alzando nuestro monte, comiendo en cuevas escondidas, recostados bebiendo el humo de cada hálito que desprenden de tu piel todas los labios.
Cada ígneo poro
Seduciendo lo atravieso,
He cruzado la línea y no se si volveré el mismo siendo.