Hoy mis vagos recuerdos me traen a la memoria
la soledad de la lluvia en la tétrica tarde,
cuando toda tú, sollozante y temblorosa,
viniste a mi atribulado pecho a refugiarte.
Tus lágrimas por tu suave rostro resbalaban
como perlas gigantes,
y con su fuego abrasador horadar quisieran
mi pecho y mi afligido corazón traspasarme.
Tus suspiros henchían
mi alma como hálitos de tu amor irrefrenable
y toda tú entre mis brazos te estremecías
como frágil caña que contra el viento se bate.
Los aterradores truenos atemorizaban
tus miembros delirantes
y toda tú en mi indigno pecho te ocultabas
y en él enterrabas tus gemidos sollozantes.
Mas la lluvia cesó
y de nuevo lució el dorado sol de la tarde
y con su resplandor volvieron a relucir
las gemas que en tu cara fulgen como diamantes.
Suspiros y sueños de amor