La blanca espuma lamía la dorada arena
mientras las olas besaban sumisas tus pies,
tu soledad se diluía en un lúdico sueño
y todo el ancho mar se desvanecía en él.
Semejabas una diosa del celeste Olimpo
de blanquísimas facciones y tostada piel,
que a este valle de lágrimas y dolor trajera
la dicha del edén.
La apacible brisa tu sedosa piel libaba
como la abeja las flores para hacer la miel,
cegado mi corazón por ti se derretía
y mis ojos se nublaban viendo tu esbeltez.
La quietud de la mar tu espíritu calmaba
mientras mirabas sus olas una y otra vez,
blancas gaviotas el azul del cielo cortaban
y por el agua fluían peces con rapidez,
por el inasible éter
tu cuerpo emanaba efluvios de placidez
que mi pecho inflamaban
cuando rozabas mi cuerpo con tu desnudez.
De repente te sumergiste en la mar profunda
y no te volví a ver.
Suspiros y sueños de amor