Yvette Nino

SÍNDROME DE ESTOCOLMO

 

Cuando sombras y luz sean todo uno,

cuando odio y amor,

pecado e inocencia

no tengan más sentido,

esta carta será mi despedida

y mis gracias,

por los años de penas compartidas.

Sellabas mi celda con cerrojos

después de desearme ¡Buen reposo ,

Y siempre, sobretodo,

Dejabas en mis hombros

el peso de tu mano.

.

Te quise, sí, te quise,

y  encontraba calor

en las mañanas frías .

Lo hallaba en tu “buen día”,

En el rumor de tus pasos

y en el cantar del manojo,

 que llevabas en mano

Te amé porque dejaste

que me sintiera alguien para alguien.

me trataste como a un preso,

pero no fui un número en tus labios,

me regalabas parte de mi mismo,

conservando mi dignidad de hombre,

al pronunciar mi nombre.

                                             Gracias