Cuando sombras y luz sean todo uno,
cuando odio y amor,
pecado e inocencia
no tengan más sentido,
esta carta será mi despedida
y mis gracias,
por los años de penas compartidas.
Sellabas mi celda con cerrojos
después de desearme ¡Buen reposo ,
Y siempre, sobretodo,
Dejabas en mis hombros
el peso de tu mano.
.
Te quise, sí, te quise,
y encontraba calor
en las mañanas frías .
Lo hallaba en tu “buen día”,
En el rumor de tus pasos
y en el cantar del manojo,
que llevabas en mano
Te amé porque dejaste
que me sintiera alguien para alguien.
me trataste como a un preso,
pero no fui un número en tus labios,
me regalabas parte de mi mismo,
conservando mi dignidad de hombre,
al pronunciar mi nombre.
Gracias