Cuando cruzó sectores, barrios y suburbios, buscando la prosperidad, el éxito o el mismo fracaso que lo regresaría, otra vez, a su hogar con su viejo con su padre, el que tenía y decía, -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, y viajó hacia el mismo instante cuando sucumbió en un sólo abismo, el cielo, como el mismo instante, como el ayer en cada viaje cuando viajó con la diáspora del nuevo milenio, hacia la espera, con la poca esperanza, del mismo ayer, cuando en el alma se debatió un terror y un sólo horror de estar y permanecer en tierra ajena. Se atrevió a desafiar el mismo momento, cuando en el dolor sucumbió en un sólo desafío una certeza en que se atrevió a desafiar lo que creció en el camino frío y sin un destino fuerte: el éxito o el mismo fracaso. Y quiso reír, pero, su triste camino sólo pasó a ser un destino más cruel. Sólo quiso ser como el ave que vuela alto a pesar del viento y que se lo lleve lejos. Y fue así voló, y quiso ser más fuerte cuando quiso volar lejos, y así, que lo hizo y, ¿lo logró?. Pues, de tal manera que quiso ser el cielo mismo, pero, quiso a las nubes más altas y al mismo cielo, pero, nunca bajó ni del cielo ni de la misma forma en que subió y alcanzó todo como si fuera un cometa de luz. Cuando en el alma se enalteció como la luz más cálida de toda la comarca. Cuando en el amor se decidió como el dolor más fuerte al caminar por rumbos, sectores y barrios. Y se fue con la diáspora hacia un rumbo nuevo, hacia otro destino, hacia una nueva dirección. Y quiso ser como el sol dar luz con la misma fuerza del nuevo destino. Pero, cayó en sombras tan indirectas que recorrió por barrios, sectores y suburbios, que electrizó su cometido. Cuando en el trance de aquello imperfecto sólo quiso ser como el huérfano de luz y brillar con toda luz que quiso enfrentar hasta hacer del desafío uno incongruente. Y soslayó en penumbras solas, en una sola soledad. Cuando en el barrio quiso ser fuerte el hijo de Don Juan. Pero, cayó en soledades tan impetuosas, que sólo el ademán quiso ser como el frío eterno. Y destruyó todo en su pensamiento. Hasta que cayó en desolaciones tan irreales que sólo fue una crueldad mirar desde lo más alto hacia lo más lejano o profundo. Pero, ¿cómo mirar desde lo más alto?, si estaba en precaria situación. En una sola soledad y una sola situación, y una sola penuria tan económica como personalmente ambigüo. Y quiso ser como el sol, pero, sólo soslayó en unas sombras tan oscuras que sólo quiso abrir alas y tratar de volar lejos. Pero, sintió que llovía, que se mojaban y empapaban sus alas de una lluvia impetuosa. Pero, sí se fue con la diáspora, con la luna a cuestas de la sola razón. Cuando en el camino se hizo como el desierto y con el levante. Y una duna que jamás volvió a ser lo mismo. Cuando a sus ojos se oscurecieron por un viento casi desolado. Fingiendo el calor como el frío en la misma piel. Pero, vió a la luna, en cada paso del camino y al sol en cada mañana siguiente. Y fue en el amanecer que quiso ser fuerte y encontrar y hallar lo que quería un buen trabajo para ganar mucho dinero para su familia en el otro lado del destino y del camino. Y quiso ser fuerte como el sol, como aquel que le alumbró en todo el camino, pues, caminó mucho y abrió tantas puertas que dejó una huella imborrable en su hoja de presentación. Cuando en el alma se electrizó lo que quedó en el alma. Una oscura desolación que atrajo lo que más se llevó el destino. Y se lo llevó quien lo trajo. Era la diáspora del nuevo milenio, la que en el tiempo se debió de entregar lo que enriquece más. Cuando en el mundo se electrizó lo que más él quería, una fuerza trabajador, una labor consecuente, que le diera íntegra responsabilidad y más que eso dinero para vivir él y su familia. Cuando logró reunir un poco de dinero, se lo envió a su padre con una carta. Pues, él, el padre Don Juan, cuando recibe la carta, la lee apresuradamente. Y se dice, -“ay, mi hijo se fue, se me fue lejos… -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, y se dice que hasta las lágrimas le salen. Cuando vió el dinero, lo repudió, pues, por él, se fue el hijo con la diáspora del nuevo milenio. Sólo se sintió vacío, desolado, triste y consternado. Su desafío lo que logró fue el deterioro de la salud de su padre, pues, a veces, se sentía mal. Cuando con la diáspora del nuevo milenio, se debió de enfríar el deseo de ir y venir buscando lo que lograría después. Un momento, un silencio y un sólo destino que fue hecho como el principio de todo una mentira, que fue señal del desastre en haberse marchado lejos y dejando a su padre tan solo. Pero, fue un altercado que duró poco, cuando en el ambiente se electrizó como la manera de ver el cielo como un alto firmamento. Cuando en el alma se enfrío como el funesto deterioro en saber que el deseo de fue por donde se vá el desastre en discernir entre lo bueno y malo del propio camino a solas y sin su padre y sin su familia. Se fue por donde se pasea el más terrible de los instantes cuando en el alma se abrió de deseos en el tiempo y en el ocaso frío. Cuando se debió de enfrentar lo que ocurrió cuando en el ambiente se electrizó como cometa de una suave luz que se identificó como salvar lo incorregible. Lo incorrecto y lo imperfecto del tiempo, como solo se sabe dar como lo putrefacto del tiempo cuando no se obtiene lo deseable. Cuando en el alma se enfría como la luz en derredor. Cuando en el alma se siente como un sólo hilo que amarra el suave desenlace de amar lo que queda bajo el imperio de unos solos ojos que saben del tiempo y del ocaso frío. Cuando en el alma se desafía como la total mentira, cuando llega y da el combate de supremacía sobre el pecho por donde se pasea el más vil de los pecados, haberse marchado con la diáspora del nuevo milenio. Cuando en el tiempo se debió de haber enfriado la luz dentro del alma apaciguando la espera de esperar por algo nuevo en su más terrible camino. Y se fue sí, con la luna y con el sol a cuestas de la verdad de un nuevo mañana, cuando la diáspora del nuevo milenio se fue sí, y con la luna en el cielo como el ave que vuela más. Cuando en el ambiente se dió como el reír y llevar hacia el más puro de los mares en lágrimas de mar abierto. Cuando en el ambiente se queda como órbita lunar desatando la ira de un nuevo desastre. Cuando en el reflejo se identificó como llevar lejos, lo que más ocurrió desde que se marchó lejos con la emigración del nuevo milenio. Cuando en el alma se dió como llevar hacia la más electrizante virtud un desastre en sobrevivir la manera más consecuente de ver el cielo como final de un todo y no la manera de ver el principio. Y se fue con la diáspora del nuevo milenio hacia otro país por donde se pasea el más vil de los éxitos o fracasos. Se debió de enfrentar al cielo y más aún al sol del nuevo mañana. Cuando en el interior se sintió como el agua del mar tan salado como en la herida la sanación. Pero, sólo soslayó como el ademán frío como el viento en cada roce del mañana. Cuando en lo íntegro se sintió como el frío desastre de haber vivido con su padre y no haberse marchado con la diáspora del nuevo milenio. Cuando se sintió el frío como la nieve fría, o como el silencio en mutismo. Su desenfreno, cuando en el alma se enfrentó a la osadía más vil. Cuando en el fuego de la ira de su soledad lo libertó en buena manera, como el cálido calor que lo ahogó como abrigo eterno entre su más deseada piel. Cuando en el alma se debate entre la ira y la supremacía en saber que está lejos de casa y de su padre. Cuando en el calor se abre como frío indeleble, que no se puede acechar a ser como la más vil patraña en buscar lo que acontece. Cuando en el alma se debate una manera de ver el cielo como el haber caído desde lo más alto hacia lo más nefasto del delirio tan frío como el haber caído desde lo más pernicioso del destino. Cuando en el alma se debatió un sólo frío, un sólo desafío en entregar el corazón y hasta el alma y todo porque el destino era prometedor como tan infructuoso. Era una sola salvación o perdición, pero, nunca, nunca, nunca se rindió. Cuando en el ámbito se dió como perdido destino o un acierto como el haber sucumbido en un sólo deseo, tan irreal como lo incierto de lo acometido. Como lo fue amar después del suburbio clandestino, cuando fue destruir el instante por tanto fracaso. Cuando en el alma se fundió de incoloro deseo, cuando en el alma se debatió de un instante casi invisible e imperceptible, anhelo. Cuando en el alma se sintió como osadía que por el día se convertía en lucha, pero, por las noches se convertía en fría marea que arropaba el delirio y en un cansado cuerpo. No se detuvo jamás, caminó por barrios, sectores y suburbios, cuando en el alma se electrizó el combate en que jamás se escuchó el desastre de ir y venir lejos. Cuando se dió una tristeza ambigüa, o una felicidad casi eterna. Cuando en el alma se dió como una luz que afloró el deseo más condescendiente, más real, como poder haber destruido el miedo a salir a combatir. Cuando en el interior se dió un carácter en desafiar lo acometido y el saber del silencio que dió el no hallar lo que quería buscar. Pero, sí, halló lo que nunca, trabajos que le dió la ilusión, la lucha, y más la esperanza en poder ser como el imperio desnudo. En poder ser como el inicio en saber que el desafío es tan cierto como el frío o como el mismo calor. En que se dice que el amor es casi imperceptible, cuando en el camino se siente como descifrar lo incontenible. Y se sintió como el frío inconsciente o como la fiebre que vá viene. Cuando en el corazón se sintió tan derretido con lo sucedido. Cuando en el alma se desafío una luz en que casi se hiere en el mismo corazón. Cuando en el instante se enfrío como el hielo frizado, o como el instante en que casi se pierde el acometido de una ira inconsciente. Cuando en en el alma se fundió como el rico sabor, pero, en un agrio desenlace. Y que quiso ser como el héroe, o como la criptonita en su espalda, ser fuerte como ella a su vez. Cuando en el delirio se cosechó a su alrededor. Cuando en el alma se esforzó como el deseo más vivo de obtener la fortaleza viva y más radiante como poder vivir y sin más fuerzas. Cuando en el alma se abasteció de calma y de plenitud, gozando la manera de ser vivo y de poder vivir con prosperidad. Pero, él, el hijo de Don Juan. Se sintió como en su casa. Creció como león, nunca dejó de soñar, y nunca dejó de luchar en la vida. Buscó trabajo y trabajó en lo que encontró, y lo que halló fue un trabajo como su hoja de vida decía ejecutivo. Y sí que lo logró, logró lo que para muchos era un sueño o un deseo. Se fue por el camino del éxito, se fue por el camino del acierto. Y triunfó mucho, mientras que el padre Don Juan, sólo lograba decir, -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, mientras que el dinero él le mandaba de allá para acá, mucho dinero, y cada vez era más y más. Y logró hasta ahorrar unos ahorritos. Y quiso lograr todo aquello que soñó, y que era casi imposible de alcanzar. Y sí, que aprendía más y más, y yá pasaron cinco años y yá casi era un alto ejecutivo de la empresa donde él laboraba. Y quiso ser como el aire, o como el vicio en que él era el hábito más vicioso. Y mientras aprendía, quería más y más. Y quiso ser como el fuerte deseo, ir y venir con la gran suerte de haber encontrado a gente buena que lo ayudaron sin olvidar de aquel suburbio donde él vivió cuando llegó con la diáspora del nuevo milenio emigrando hacia ese nuevo país para él y para los demás. Cuando se fue sí, con aquella luna en el cielo dispuesta a llover, pero, salió enseguida el sol, ese sol que en el amanecer cega a los ojos de aquel verano caluroso. Cuando en el instante se debe de ver el cielo como punto de partida y no como algo y más, sin poder alcanzar. Se llevó el dilema de ser por el tiempo un sólo anhelo, cuando en el tiempo se enfrío el dolor.
Cuando el hijo de Don Juan, se fue con la luna, con la diáspora del nuevo milenio, hacia un porvenir incierto y sin saber qué depara el futuro. Él, en su afán de saber más y de cumplir con lo prometido de llevar el sustento a su casa y más obtener un trabajo que le diera éxito para enorgullecer a su familia de fracasos inconclusos. Se fue con la luna, esperando el so, en una noche de magia, de trascendental ira y de desavenencias sin detener el fracaso o el éxito en cada aventura nuevo o desventura flotante que llegaría luego del combate que se peleaba a pulso y a espadas por un fuerte delirio en socavar más la mente humana de infrahumanos deseos e irreverente temor de no llegar o poder en ser alguien de una fuerte personalidad. Pero, se aventuró y más quiso ser en ése que a conciencia quiso en ser más fuerte que la misma vanidad o virtud en soslayar un error o un fracaso o un éxito o un acierto. Y era, él, sí, el hijo de Don Juan. Cuando en la ventana se abrió de deseos tenues como el visor de una nueva entraña, que apaciguó la calma y el desván de olvidos, cuando en la mañana siguiente salió el sol y con él el hijo de Don Juan a hallar y buscar lo que quiso más un trabajo con qué mantener a su familia y poder recuperar todo el dolor de haberse marchado con la diáspora hacia otro país en busca de algo mejor o de algo peor, y todo porque el futuro nadie lo sabe. Cuando en la mañana se siente como se calienta el sol en el mismo cielo. Cuando en el convite extraño de la desventura se torna denso y frío y, más aún, las manos tan frías como el hielo o como la pura nieve que cae desde lo más profundo del cielo se sintió desolado, inocuo, transparente y desolado, fue cuando sintió el sol a cuestas de los mismos ojos que lo observaron desde otro punto de vista. Y perpetró todo, como si hubiera sido, un siniestro o un fuego devorador que se llevaría todo como el mismo levante del mismo desierto. Y fue cuando más quiso devolverle a la vida un poco de tiempo y más apoyo universal. De esos que advierten calor en vez de frío. Cuando en la tormenta acaba con demostrar su poder en demostrar su más acometido percance. Y encontró lo que esperaba unos trabajos que rindieron frutos como el mismo dinero. Pues, obtuvo mayor confianza, mayor experiencia, y mayor estabilidad con ellos. Hasta que una empresa lo contrata como ejecutivo de sus finanzas, ahí es que demostró todo y a cabalidad de fuerza, su empeño y su sapiencia. Y logró permanecer con ellos, como cuatro años seguidos. Hasta que yá se reflejó su omnisciencias, y perpetró un cometido, de luz veraniega, en su yá aclamada vida. Fue cuando el jefe de la empresa que lo acogió como empleado, viajó al extranjero en contra de todo lo que fue y no será. Cuando en el arte de servir se quedó principalmente en cuanto el dolor le permitió en ser un hijo, el hijo de Don Juan. Cuando en el arte se identificó como tormento adyacente en permitir que se consagrara un ademán tan frío. Como el haber reinado con éxito y con demasiado porvenir incierto. Y sin saber qué prometía el futuro. Cuando en el ambiente se fraguó como numen inventivo una forma de ver el cielo de azul y no de gris de tormenta. Cuando se electrizó la forma más vil y extraña de ser alguien a pulso y a gotas del éxito que se avecinaba. Cuando en la manera de ver y de formalizar el desenlace, se convirtió en un poderoso ejecutivo de una firma de cosméticos del oriente hacia el occidente. Cuando, él viajó como ejecutivo de la firma, y pudo viajar hacia muchos países del extranjero, y hasta donde se encontraba su padre. El cual siempre decía, -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, el cual se decía que había perdido a su hijo predilecto y, más aún, sabiendo que el percance había sido extremadamente abierto e incierto como haber empezado una vida nueva. Como el haber sucumbido en un sólo deseo de saber qué la prosperidad era tan real como tan verdadera como el éxito en su camino y en su destino. Como el haber difundido un altercado de un sólo menoscabo del tiempo y de la osadía que había vivido. Cuando en el tiempo sólo se llevó un sólo sentido viceverso, como lo fue adherir del costado su camino y su destino, por haber recorrido de punta a punta sectores, barrios y suburbios. Cuando en el amor sólo se intensificó más cuando quiso amar a su padre desde tan lejos. Con la diáspora del nuevo milenio, cuando él se fue con la luna en el cielo, amaneciendo con el sol a cuestas de la verdad.
Cuando salió del suburbio una tarde con el sol a cuestas, se fue en busca de todo aquello que él quería, un trabajo con qué laborar y mantener a su familia desde acá, desde la diáspora del nuevo milenio. Cuando en el amanecer, se entristeció como el frío de un nuevo día con la total lluvia que dejó tormenta a su paso. Cuando en el ambiente se tornó seco y abrumador, cuando las nubes blancas se convierte en gris.
Continuará………………………………………………………………………...