Tu soledad se ha quedado sola y tras tus pasos sólo distancia. Perdida entre los días, piensas que vas a convertirte en estatua de sal de tanto mirar atrás. Nadie que sople al viento para secar tu ropa, nadie que retire tu pelo que enredado en tus pestañas no te deja ver el cielo cuando te desplomas y callas. Ese que ni te espera al alba, ni te apaga el día; ni entregado ni solícito quiere darte la calma.
Si ahora bailas descalza, sin una firme pisada que soporte esa fútil carga frustrada por un error de cálculo de cuándo, cómo y dónde…y sobre todo a quién y cuánto, no busques un porqué que no aclarará nada. A veces el amor duele sólo con pensarlo, o con encontrarlo y no llegar a ser lo que esperabas, quizá porque él no está de tu lado o porque no fuiste invitada. Duele sin anestesia, como una guerra amarga y larga, como una herida abierta, como una fría y condenada bala. Es un error del destino, malhechor depravado que nunca entenderemos por qué hace nada.
Sacude esa rabia que te ahoga. Desintoxíca ese corazón errado, el veneno del amor te ha pasado una triste y mala jugada. Hunde tu pecho en la almohada y calma esas lágrimas y ese aliento agitado. Nada más puedes hacer por el momento, esperar a que los días transcurran y curen la faena ocasionada. Al fin y al cabo, por mucho que queramos, aquí nadie más manda. El amor es el que lleva el paso de esta alegre cabalgata. Pero el amor es cosa de dos y se juega con doble baraja.
No hay de qué preocuparse si te quieres más que lo amas. Si no, serás otra víctima de esa cruel orgía desencadenada de sentimientos encontrados, no correspondidos y mucho menos satisfechos. No seas juguete del destino cada vez que despiertas de tu falso sueño. No seas la artífice de ese error de activación de un amor que te destroza y te agita el alma. Olvida y pasa página. ¿Fácil? No. Necesario es la palabra.