Zoraya M. Rodríguez

**~Novela Corta - El Negro Dolor - Parte Final~**

Y quiso ser más de lo que era. Pero, socavó muy adentro el frío. Y se recordó del tiempo, en que era un chiquillo, cuando su padre lo regañó, y cuando en su vida de niño quiso ser más grande y ser un ejecutivo y sí que lo fue. Fue un héroe, y más que eso, fue un gran ser humano, cuando en el camino hallo aciertos y fracasos, y sólo quiso el éxito en su camino como un buen ejecutivo de la firma de cosméticos. Y quiso ser como el joven o como su propio viejo: sabio. Cuando en el instante quiso ser como el sueño o como la real comidilla que estaba viviendo es ese mismo instante. Cuando en el amor se debió de entretejer lo que quiso el ser cuando más quiso la sed de ese éxito que consiguió poco a poco caminando por sectores, barrios y suburbios. Cuando en el camino se identificó lo que más se reflejó en el cielo un amor que quiso ser fuerte como las espadas. Y buscó y viajo hacia su viejo, hacia su padre que lo quiso ser a conciencia su amor más paternal. Y cuando lo vió desde hacía más de cuatro años, sólo le miró a los ojos y le dijo: -“viejo, aquí estoy”-, y el viejo, su querido y más noble padre lo abrazó y le dijo, -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca, cuando sólo siento felicidad y de la buena, como bueno es mi hijo”-, cuando sólo quiso ser como el buen padre que a su hijo lo esperaba con tantas ansias que sólo se enreda un sólo tiempo entre los dos. Cuando en el sol, salió calor y frío, cuando en la nieve sólo pensaba en su camino y en cómo regresar a su destino real que era al lado de su padre. Cuando en la mañana se llenó de ansiedades inconclusas de superficialidades, pero, era tan real como ir y venir y asentir lo que más deseaba ver a su padre, otra vez. Y lo logró, que sí, lo logró. Cuando en el tiempo se electrizó sólo el camino, deseando beber del tiempo y del amor por su padre. Y el dueño de la firma de cosméticos lo ayudó muchísimo, pues, él se daba a querer como nadie en el mundo. Y viajó por oriente, occidente, y más, por su pueblo, donde vivía su padre. Cuando en el momento se abrió el deseo, de envenenar el tiempo y más la osadía que por el día se convertiría en una misma soledad. 

Cuando en el sol sólo se vió una lluvia en frenesí, que poco a poco, se convertiría en más luz descendiente como la energía del sol. Como el funesto instante en decir adiós a su padre y haberse marchado con la diáspora del nuevo milenio hacia el total éxito que consiguió y que advirtió que llegaría a conseguir. Se volvió y envolvió en ser y en un ser penitente y caminante de pasar y recorrer por sectores, barrios y suburbios donde el fracaso o el éxito abunda más. Cuando en el desierto se escuchó un triste lamento como el haber sacudido entre lo que más quiso en ser y tener un éxito o un gran fracaso entre lo que más se dió y lo que más se identificó, en obtener un buen camino por haberse marchado con la diáspora del nuevo milenio. Cuando en el camino se dió un triste desenlace como cualquier evento que se dió cuando se electrizó más y más el combate en ir y venir lejos de ese suburbio donde lo dejó y para siempre. Destrozando una mente en pensar sólo en lo nativo, en la infancia que dejó lejos por marcharse con la diáspora del nuevo milenio. Cuando en el silencio se dió una osada atracción y pasión, cuando en el alma es la luz que emana de la buena energía.       

Y se dió lo mejor para él y para Don Juan. Cuando su hijo viajaba desde su punto de partida hasta donde él residía. Y fueron buenos momentos, hasta que llegó otro mejor que él, pero, él se decía que mejor que él nadie. Laboró mucho tiempo con ese jefe, incluso era su mano derecha la que el jefe confiaba mucho. Pues, era discretamente fiel a él. Cuando se electrificó una osadía que por el día, se llevó una manera de ver y de sentir lo que era en ser fiel o ser hipócritamente, pero, él no, él era fiel exacto y veraz. Cómo puede ser cierto en que la osadía del día se lleve de sorpresas ver a su viejo y más a su país. Cuando se llenó de fuerzas y de voluntad mis deseos, de ver el cielo y más entre lo que más logró el hijo de Don Juan. Cuando en el amor sólo se llevó el amor lejos de su infancia, de su residencia, y de su correr por el barrio que lo acogió como hijo de Don Juan. Y se llevó el amor sí, y de su padre y más de su barrio. Pero, faltaba algo, y era como poder disfrutar del cielo, y de las cosas que le daba la vida, como por ejemplo, playa, cine, cielo y mar. No tenía a nadie para poder disfrutar de esas cosas que saben de realidades y que son gozo. Él, sólo sabía de números, de inversiones, y de una economía superficial, pero, buena en realidad. Cuando llegó el momento de sentir el silencio en la hamaca de la casa de su padre Don Juan. Cuando en aquel instante se fue de la casa, sí, de la residencia de su padre Don Juan. Y pensó, y pensó, y más pensó y recordó, lo que quiso en ser, lo que fue y lo que era. Y era él, el hijo de Don Juan. El que una noche se fue con la luna, y vió el sol, en el amanecer, cuando se despertó con la diáspora del nuevo milenio, en otro país, cuando en el ambiente recorrió, sectores, suburbios, y barrios, y quiso ser en cierto grado de supervivencia, cuando en el suburbio se electrizó más y más, el combate de sobrevivir en aquel momento y en aquel suburbio de donde salió sí, sí, salió él, el hijo de Don Juan. Cuando se llenó de ira, de una imponente atracción de superflúos e imponente y falla de un fracaso el cual nunca se dió y todo porque se enfrentó a su propio destino y camino. Cuando en el reloj se advirtió lo que aconteció, cuando en el ambiente se dió una manera de querer en sobrevivir y obtener una meta que luego de caminar tanto se lograría. Cuando en el camino se dió lo que más se electrizó cuando en el alma se llenó de tanta luz, que conjugó al sol. Cuando él, el hijo de Don Juan, se atrajo e intensificó más su forma de ver la vida como su preferencia, de haber logrado todo y sin nada de un fracaso que se convirtió en un escalón. Cuando en el amor se dió luego cuando amó intensamente a una niña de su infancia. Y quiso ser como el silencio, o como el abrir y cerrar de ojos y ver el éxito como preámbulo a un destino que casi era imperceptible de poder realizar. Cuando en el alma casi se sentía como una invisible, pero, real luz. Cuando el alma se enamoró del éxito, y de su propio camino. Cuando en el alma se intensificó más, cuando en el alma era tan imperceptible. Pero, sus errores, no calmaron cuando el alma se veía oscura y en triste soledad en ese suburbio de poca clase, pero, que lo ayudó a salir hacia adelante. 

Cuando en la aventura de ser por el desierto aquel un mar abierto, en que sólo se percibió un enlace como el desenlace de ver y triunfar a su hijo en el extranjero. Se electrizó más su cometido, cuando quiso ser en ciencia cierta un ejecutivo de la firma de cosméticos. Y sí que lo fue y le fue muy bien, pues, viajó a donde quiso y más a donde el calor y el frío se unen. Cuando en el comercio aprendió que no todo lo que se hace es por bondad. Cuando le fue y muy bien en los negocios, y más en las inversiones extranjeras. No pudo ser en más de lo que pudo ser. Y su padre, ay, de su padre, orgulloso de él. Salió de la pobreza y más de lo usual de vivir bajo el imperio de pagar unas deudas que luego serían como migajas en el suelo. Cuando en el ámbito profesional triunfó y más, aunque la economía subía y bajaba él nunca dejó de trabajar en lo que más le agradó. Y su padre siempre le decía, -“ay, qué dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, cuando su hijo se iba y venía de viajar por laborar con el extranjero. Y quiso más y más, el querer viajar con los recelos de volver a ver  asu padre nuevamente. Cuando supo que el viaje era por negocios y, además, una escapadita para poder ver a su viejo querido. Cuando en el universo se dió un cielo estrellado. Y supo que también hay estrellas como el mismo unísono. Como poder ver el cielo en las mismas manos en interponer el deseo. Y de amar lo que se cuece en la manera de ver el mismo cielo. Cuando en la manera de creer en la creencia se dió en la manera de ver y de observar el delirio, se dió la manera universal y es ese frío que se dió cuando acechó más el querer tentar la mirada en un mismo instante, cuando la vida los separó, a él y a su padre, por un breve momento. Cuando en el ambiente se dió más la fuerza de superar la vida cuando sólo quiso reencontrarse con su padre nuevamente. Cuando en la manera de ver y de creer en el destino su propia suerte. Cuando en el amanecer se dió el sol, sí, ese sol que en la mañana siguiente de haberse marchado el hijo de Don Juan, lo vió y lo observó en la mañana cuando se fue con en la noche y con la luna a cuestas de la intemperie de la noche cruda de fríos. Cuando en el alma se dió como la aventura de ser por él un ámbito universal. Cuando triunfó sí. Y sí, como todo ejecutivo de un a compañía, que lo albergó y lo cobijó como un empleado ascendente. Cuando en el reflejo de la compañía se dió un suburbio autónomo, de creer en un triste mañana al despertar en la osadía de creer por el día en ese sol a cuestas de la mañana. Cuando en el frío se dió como una estrella titilar en el cielo oscuro pernoctando en la noche fría. Y se dió como zumbar el deseo en un cofre de cristal. Cuando en el día se coció de amarga espera de esperar algo que muy pronto vendría: el triunfo de él. Y en la verdad que no esperó en ser como un solo deseo tan ambigüo. Que no separa la osadía en ver el cielo de azul cuando en la tormenta se vió de gris el nefasto tiempo de una  soledad a cuesta arriba cuando recorrió barrios, sectores, y suburbios por lograr y obtener todo aquello que se llama trabajo. Cuando en el amor se le dió la buena suerte. Por creer en el amor a cuestas de la débil pasión. Cuando se entregó cortésmente a su labor como ejecutivo de una compañía en la cual lo ayudó muchísimo y que creyó en él como un empleado de un nuevo rumbo. 


Y sí se fue con la luna en una noche tenebrosa, densa y desolada. Y se fue él solo, con la diáspora del nuevo milenio. Cuando en el ámbito se cuece como se coció el nuevo deseo de embriagar el deseo a cuestas de la verdad cuando se fue con la luna casi viendo el sol en el amanecer. Y su ser frío, temeroso, conociendo a un lugar nuevo, de origen nuevo, y que soslayó en la penumbras de un futuro incierto de fracasos y de éxitos. Cuando recorrió sectores, barrios y suburbios, viviendo y trabajando para poder subsistir en un país que no era de su natalidad, ni de su origen de infancia y de crecimiento. Sólo quiso ser a conciencia un frío que luego se volvería en un eterno calor, de un sólo éxito en su camino. Cuando en su sol sólo quiso el deseo de dar y de edificar lo que creció más en su hogar, el éxito. Y quiso a su padre más y más, le dió otro hogar más grande, y más cómodo para su edad. Y voló hacia la magia de un deseo en que sólo el desierto creció como espuma y su éxito también. Se electrizó la forma de supervivencias autónomas de un éxito que luego vendría. Y el hijo de Don Juan, el que quiso extrañar tierra, frutos y, más, a su padre Don Juan. Luego llegaría la osadía en volver a tener y a tentar más el camino de ansiedades buenas. Cuando se debió de enaltecer lo que ocurre en demasiada vil e irremediable situación, cuando en el ámbito terrestre se dió lo que más electrizó, el combate en ir y venir de una situación casi imperceptible. Cuando ocurre la manera de extrañar a su origen, y más la fuerza en querer trabajar para echara hacia adelante una familia entera. Por casi más de una década el laboró para esa firma de cosméticos. Cuando acechó una virtud en demostrar lo que era en ser un buen hombre y por demás en ser un buen hijo, y era el hijo de Don Juan. El que se llenó de iras y de supervivencias autónomas de supremacías adyacentes, cuando sólo quiso entregar cuerpo y alma a su trabajo para salir hacia adelante con un presente prometedor. Cuando en el silencio se llenó de autoridad en seguir su destino fugaz. Cuando en el alma se llenó de compasiones y de delirios. Cuando la luna se fue del cielo oscuro y llegó el sol con el amanecer. Y llegó él, el hijo de Don Juan, hacia otro camino, otro destino, y otra suerte y en otro país. Cuando en el sol se llenó de energías, de luz y de buenas vibraciones para él y su familia. Cuando sólo logró el ascenso de su labor, y obtuvo mayores ingresos, para él y su familia. Cuando sólo el deseo se fue por el tiempo y el ocaso frío, cuando se fue el sol y llegó, otra vez, la luna. Cuando en el paraíso se llenó de salvaje delirio. Cuando en la mañana se ocultó el deseo de seguir el camino, pero, sólo esperó por el tiempo en ocasos fríos. Y, otro días más, en la vida del hijo de Don Juan. Cuando en el alrededor se sintió solo, desolado y abatido y en eterna soledad, pero, una lucecita le brindó calor y luz y energías y sensaciones buenas de proseguir su camino y su propio destino. Cuando en el reloj se llenó de horas inestables, pues, la espera era esperar por alguien se acordara de él, en un sólo tiempo de desesperación. Cuando en el suburbio la espera era demasiada espera. Cuando en el ambiente se dió como la más inmensa fuerza, de empezar algo y un algún juego de automatizar la manera de ver el cielo de azul. Cuando en el amor se dedicó de un buen momento en la vida de amar a alguien como un principio y no un final de esos que se llevan en el alma. Y se desvivió de ternuras y de desafíos inconclusos, cuando vió por primera vez a su padre, después de viajar al extranjero desde que llegó con la diáspora del nuevo milenio. Cuando en el amor se enalteció más y más. Y quiso ser fuerte como la vez aquella en que quiso ser fuerte y mantener a su familia con su trabajo. Cuando sólo llegó de voluntad y de fuerte descifrando el camino y el otro destino fuerte en caer hacia el total éxito, cuando en descifrar el cometido fue como el deseo de ver el cielo como techo y no como poder ser inalcanzable. Cuando se enredó su mundo y más su destino fuerte como en el ambiente su más trabajo deseado, el de la firma de cosméticos. Y se fue por el rumbo de la desesperación cuando llegó con la diáspora del nuevo milenio hacia el nuevo país. Pero, socavó en un sólo desierto el que con tanto ahínco buscó su trabajo el que le dió de qué comer y con qué mantener a su familia. Y fue el hijo de Don Juan. el que quiso ser fuerte contra la debilidad de la vida que da a veces. Pero, triunfó mas y más, y quedó como un principio buscando sólo la fe de mantenerse en el mismo camino del éxito total. Cuando en el frío se debió de enfríar el cometido de la oscura soledad que le llamó un día, antes de hallar a su trabajo. Cuando abrió una puerta y cerraron como veinte. Pero, él se entregó en cuerpo y alma a laborar sí, en todo aquello que se le presentaba. Y quiso ser en el fuerte, pero, más pudo el coraje en sobrevivir que aquel temor inundando su camino de estiércol. Y más pudo hallar lo que quiso en un lejano y remoto instante. En salvaguardar lo que quiso por el amor de su padre en en extranjero. Y sucumbió más y más, cuando extrañando su imperfección en hallar la frontera del olvido, quiso amar el amor de su progenitor. Cuando se llenó de tiempo y espacio la manera de ver y de sentir lo que se percibió más y más en el camino tan angosto en aquel mes de agosto, cuando con la luna en el cielo llegó hacia la misma diáspora del nuevo milenio, en aquel extraño país. Y su padre el que siempre y por más remoto sea el tiempo, lo tendrá a su lado y a su merced de aquel tiempo, cuando una noche de luna llena se fue con la misma diáspora del nuevo milenio. Y se llenó la boca diciendo que triunfaría y sí que lo logró. Tuvo un gran y majestuoso éxito que sólo él tuvo como preámbulo de un sólo acierto que luego vendría más y más. Y su padre orgulloso de él, sólo se debió de crecer su amor hacia a su padre. Y fue que lo amó intensamente y más cosechó lo que nunca un buen trabajo para mantener a su familia, que aunque desde lejos, pero, siempre al presente del deseo de seguir amándolo. Desde que se marchó con la diáspora no halló más miseria ni dolores, sino todo lo contrario a ello. Cuando con la mirada sólo perpetró lo que quería un buen trabajo. Y lo consiguió sí. Como todos hacen éxodo para mejorar la calidad de vida y para mantener un régimen con su familia. Cuando sólo socavón muy dentro la manera de atraer lo que más quería, un buen trabajo. Y así lograr lo que nunca tener un éxito y a un orgulloso padre. Cuando en el frío quiso ser a conciencia lo que obtuvo en el corazón un amor de padre tan incondicional, y como se dispense el amor total entre padre e hijo. Cuando sólo el amor lo mantuvo de pie y alojó la carencia extrema en una avidez autónoma de seguir hacia adelante. Y quiso ser lo que siempre fue, un frío inerte que luego pasó en ser un calor extremo de un buen éxito. Y sólo se llenó de un amor total, cuando quiso en ser lo que fue un ejecutivo para la firma de cosméticos que lo albergó como un empleado y que fue como la mano derecha del presidente. Y se había ido o marchado con la diáspora cuando en el frío lo acogió de más pesadumbre consigo. Pero, se electrizó su combate en ir y venir de la mala situación, cuando en el frío se llenó de buena cosecha y además de un buen instante que le dió calor. Y era el hijo de Don Juan, el que le hizo enorgullecer con su tiempo y labor cuando una noche partió lejos de su entorno y de su hogar hacia un extraño país. Y fue autónomo y más súper hábil en la naturaleza de hacer o realizar negocios e inversiones en el extranjero, cuando su empeño fue más allá de lo original y natural. Y fue el hijo de Don Juan, el que llegó como todo titán de película lo que hizo ser a conciencia lo que más le agradó, su labor como empresario. Y fue a más allá de buscar lo que nunca. Cuando se fue una noche con la diáspora del nuevo milenio hacia la gran cúspide de querer amar desde el principio a su trabajo. Y consiguió lo que nunca, perseverar en el miedo y temor de un fracaso que pronto se marcharía de su lado y de su presente. Cuando en el frío se intensificó más la búsqueda de un buen trabajo, cuando lo logró al fin y al cabo. Y su padre el que decía, -“ay dolor, negro dolor en mi alma blanca”-, se llenó de orgullo y le dijo por último a su hijo en el lecho de muerte que… -“ay hijo, hay dolor, el negro dolor, en mi alma blanca, te amo”-, y expiró y dejó todo como estaba y el hijo de Don Juan, todavía en shock alteró un viaje de negocios y halló lo que más quería el amor de su padre en manos del mismo y propio cielo. Y quiso en ser a conciencia lo que más quiso, un buen trabajador. Y llegó otra diáspora donde él trabajaba y quiso y ayudó a muchos jóvenes como lo fue él, en aquel entonces. Y era el hijo de Don Juan, el que le dió autoridad y potestad en ser a conciencia lo que más quiso ser. Y abrió con toda ilusión aquellos buenos deseos e incluso ayudó a muchos fuera de la empresa y fue como el gurú de la buena suerte. Y esperó por el tiempo y el tiempo esperó por él, y lo ayudó a conciencia en esperar su deceso en la misma habitación de su padre. Y le dijo a su viejo…, -“ay dolor, el negro dolor en mi alma blanca”-, y se fue al cielo, a la eternidad y su viejo lo esperó y le dijo al hijo…, -“yá no hay más negro dolor en mi alma blanca…”-.

 

FIN