Todos somos únicos;
todos tenemos algo especial,
y cuando partimos, dejamos un vacío
que nada ni nadie pueden llenar.
El dolor de la separación no se puede evitar,
pero queda la consolación
de cada grato momento recordar.
No es un adiós, sino un ¡Hasta luego!
Ese ser amado
se nos ha adelantado
a atravesar el umbral
que separa lo divino de lo terrenal.
Las lágrimas el dolor expresarán
y los tesoros en el corazón lo consolarán.
Gracias a Dios
por todo los buenos tiempos vividos
y por el día en el que nos sabremos reunidos.