I
Hay formas amarillentas a cada lado de la calle
con golpes de cementerios heridos con nieve dura
olvidos de sed cobarde, golpe de agua que llora
que limpia culpas llagosas
encuentro de mil puñales
Testigos de un duelo enorme, derramado, piadoso
que acecha el romero muerto
que lame el cristal herido
rodea el canto que sufre y lo abraza de amanecer
tan fuerte como un rezar de versos por la mañana
sin voz de Cristo aterrado, sin padre o manto fraterno
solo, maldiciendo, pleno en mi piel peregrina
suave al compás del viento, al pie de mi brisa cansada
que salta en la orilla, golpea nuestro duelo
y se pierde en trágico ardor, serena reliquia inclinada
II
la noche se pierde en ceniza, doncella de risa esperada
se duerme en un manto de espinas
se sabe temible, amada
espesa, tornado invencible
los lazos la envuelven en risa, tiempos, ardores
se vuelve juicio y palabra, saliva en un relicario
maldad sin ninguna prisa
loca descontrolada