Cuando mi mirada se ahoga en tus verdes ojos,
de un piélago me sumerjo en lo más profundo;
del fondo de tu belleza emerjo moribundo
para arrodillarme ante tu beldad de hinojos.
Cuando libo el elixir de tus labios rojos,
vendavales célicos me arrastran a otro mundo;
luego torno por el inmenso mar errabundo
para enterrar en él las llaves de mis despojos.
¡Oh dechado de hermosura, divino portento!,
tus encantos marchitan el primor de las flores
y fulgen a raudales ante la luz del sol.
Escucha impertérrita mi afligido lamento
antes que mis ojos cieguen tus vivos fulgores
y ya no puedan ver de tu cara el arrebol.
Suspiros y sueños de amor