Si acaso el destino
me depara tu ausencia
tengo ya recuerdos
que de alguna manera te evocan:
un claro cielo occidental
desde donde me llega el verano;
el perfume exacto de las
guayabas maduras
allá en el imperio
de mi infancia.
Quizá también te evoque
en el aroma del café tostado;
igual que en tu loca risa
y tus llantos contenidos.
Te recordaría
en el dolor de
estar juntos
con el miedo
de nombrarte
el lado izquierdo
de mi cama.
¡Qué inútil y desafiante acto
que no anula el tiempo
si no que dilata las soledades eternas
de las tardes de agosto
a través de inútiles versos,
borrosos retratos
y objetos sagrados
que afirman tu ausencia¡