Aprendí a respirar en tus labios
Y a sonreír en la orilla de tu aliento,
Aprendí a acariciarte con mis ojos,
Y a apaciguarme con el tic tac, de tu frondoso pecho.
Aprendí que en la vida todo es un momento,
Y los momentos más dulces de mi historia,
Los obtuve a tu lado, sin forzosos juramentos.
Aprendí que amarte en medio del silencio,
Es como cerrar los ojos en un atisbo hacia el cielo,
Cada vez que me envuelve, el rocío de tu firmamento.
Aprendí que el aroma de las flores,
No son nada, si antes de ti,
Las huellas de tus pasos no sintieron,
Y aprendí también que los diamantes, y la plata,
No tienen la tersura de tu piel,
Ni el brillo luminoso, de tu hermosa y azul mirada.
Aprendí que siendo niño ya te amaba,
Esperando el albor de mis pies sobre la grama,
Y que el Amor de este corazón tan terco,
Se ha conformado con una sola de tus miradas.
Aprendí… aprendí a amarte toda,
Con tu sonrisa amotinada y tus cabellos enredados,
Con tus prendas tan revueltas y apretadas,
Acariciando tu cuerpo dibujado y tan esbelto.
Aprendí que si te amaba con la mirada,
Las palabras de mis labios, no significaban nada,
Y el preludio de darte mi tibio abrazo,
Con cada poca vez, que mis visitas te adoraban…
Aprendí… aprendí que a mis años uno también se enamoraba,
Por ejemplo yo, cuando me cruza tu mirada,
Aprendí, que siendo árbol ya otoñado por el tiempo,
Aún acaricio al viento, que te adula en las mañanas,
Cuando el soplo de tus cabellos… dulcemente me rozaban...
Aprendí... Aprendí a amarte toda, por una sola... de tus miradas.