Estallaban mis besos en la alfombra
de su piel, tan sedosa y tan ardiente;
y abrazado al reflejo de su sombra,
en sus brazos dormía dulcemente.
Me quedaba extasiado en sus miradas
que flotaban igual que mariposas;
circundando las luces perfumadas
del flamero, con velas olorosas.
Era un cuadro de amor paradisíaco
semejante a los lienzos de Ticiano,
que despiertan instinto dionisíaco
con el fuego voraz de lo profano.
¡Y los dos, con lujuria esquizofrénica,
la pasión la volvimos fiesta helénica.
Autor: Aníbal Rodríguez.