Dejé de buscar estrellas en las noches taciturnas
y compararlas con miradas de cándido fulgor
pues ya no necesitaba darle sosiego a mi alma.
Dejé de apreciar el canto matinal de las aves
al no tener voz equiparable a su melódica tesitura
que me embriague de ternura y entusiasmo febril.
Dejé guardadas mis ganar de volar por cielos color añil
y soñar con pupilas de ensoñación absoluta
para perderme en el océano de sus miradas.
Dejé enfermar mi espíritu de soledad y tristeza
al no inyectarle afección y romántica poesía
dejando descuidado a mi fatuo corazón.
Decidí desahuciar y dejar displicente mi alma
lanzar a cada huésped hospedado en mi corazón
y rentarselo a Don Olvidó y a la Señora Soledad.
Pero... ante todo... dejé de buscar mi alma gemela
perdí la enjundia y el coraje, y aún así preguntas:
¿hacé cuánto no te enamoras?