La enredadera crece y se alimenta del tronco que la sostiene,
Como mi amor, que con fuerza se aferra a lo que una vez soñó.
Pero no todas las noches son primaverales, ni todos los días son estíos interminables,
El invierno que puede helar, en tus manos ha de configurarse,
y el frío puede congelar hasta el mas caluroso de los abrazos,
hasta el mas apretado de los besos, hasta la mas ardiente de las caricias.
Y la enredadera que con firmeza se sostenía fue víctima de un frío salvaje,
Que marchitó todas sus flores, que de a poco se fue apagando,
Que de a poco te fue olvidando . . .