Vivo atrapado en una selva de cristal
donde nada tiene sentido alguno.
Estiro mis brazos y no palpo calma,
solo destrozo moral, batallas de egos.
¿Quién puede dibujarle un final
a una impunidad sin resultados?
Eleve banderas la verdad,
que aparte la mano que opaca su aliento,
que brote su ira y reprenda al patricio
para que coseche en la desesperación del plebeyo
el fruto de una justicia conseguida a fuego lento.
Venga la culpa y golpee sin frenos
la tranquilidad de violadores apadrinados
que no temen ser sancionados,
pues se saben superiores
al tribunal moral de quienes se les subordinan.
Muera la desigualdad tácita
que se muestra límpida ante todos
y aun así, pretenden esconder en conceptos y simulacros.
Vestidos de simuladores vivirán
hasta que el grito de su servidumbre,
alcance los decibeles necesarios
para convertir el ego agigantado
en una sanción más que necesaria:
La sanción de los que viven agobiados,
en esta selva de vidrios, anécdotas y silencios.
ERIC RANCOL GONZÁLEZ