Tus rojos labios son cual música carmesí
que en la plácida alborada cautivara mi alma,
en el mar de tus ojos se solaza con calma
la loca pasión que me asfixia con frenesí.
Tus suaves cabellos de oro, como viento en calma,
son como un bálsamo y un sedante para mí,
tus manos de nieve, como flores de alhelí,
como candorosas palomas serenan mi alma.
Eres como la fruta prohibida del paraíso,
cuanto más proscrita tanto más incitadora;
eres como una celeste diosa seductora
que ante tus pies postraste a tu esclavo sumiso.
¡Oh dechado de beldad! ¡Oh Venus divina!,
mi amor has atravesado con tu acerba espina.
Suspiros y sueños de amor