El cántaro del labio;
la casa que luce, que vive, que grita la llama.
Esparce tu claro la vasta nube,
la hierba muerde y se enreda,
sube al pecho y ejerce la fuerza de sus tejidos contra el costado; constriñe.
En el pecho la cárcel, en el pecho el beso.
También el ventanal.
Fatiga en mi huella, en las riendas de mis ropajes.
Mis venas ya no las riega el agua;
el veneno esparce.
Pero tú ensanchas la vereda,
clareas el raso si la nube sale al paso.
Sacudes el frente.
Soplas el bosque.
Amas el viento.
Enfrías el tacto y lo duermes.
Levitas la realidad en pos de estar.
Duerme, duerme.
Muerdes al hueso.
Despierto, acudo.
Fragmentado me alzo y salto. Vacío.
Beso, beso.
Tu cántaro es beso que llena, que llama.
Ventana y cárcel.