Luis Adolfo Otero

Pueblo sin tesoro

Estas líricas te las entretejo sin reparar tu valor,

es tu fantasma fortuito y azaroso quien me permeó.

Sos la cuna del rio, mi conquista, el misterio;

el bautismo de un creyente de resueltos deseos.

 

No es que seas el botín de centenares de asaltos,

eres el absoluto resplandor del tesoro

desconcertante. Debo convencerme que no te

necesito… no te necesito.

 

A pesar de las lluvias profanas y del sonambulismo

nefasto de los adversarios avistados, no reparé en

dar marcha atrás. Porque más que perder mis

legiones, hubiera perdido el exquisito placer, mis

incógnitas y las posibilidades de tomarte, aunque

fueras de piel huraña y no de oro.

 

Esta lírica que grabo en los anocheceres del olvido,

dobla mis palabras y las guarda en el hubiera de un

querer, un querer que ni yo conozco como te

desconozco.

 

¿Qué tiene, centellas de pecunias? ¿Qué de malo

tiene haberme robado distraído algunas lagunas

perladas para erigirnos un poblado de realidad

subjetiva? Un poblado de calles empedradas de luna

y felices habitantes adornados con tus esmeraldas y

rubíes en el invierno.

 

Te pude querer amar superflua fortuna. Hubiera

arrebatado tu misterio negativo por una u otra senda

anudada. Mi debilitado ego arrojó a mis pies

razones para tomarte con pasión desenfrenada y

soñarnos cabalgando en los campos a orillas de

nuestra urbe ilusoria.

 

¡Fue tan astral reposar sobre el canto de tu caudal

indeciso! Mas el fantasma de tus valiosas alhajas

puede descansar sereno, porque te quiero, así…

anónima. Como me quiero sin valor para vos, con

nuestro poblado deshabitado y triste.

 

Luis Adolfo Otero