Daniel Memmo

Obituario para un antipoeta

Que descanses junto aquellas palabras que te atormentaban..,

quizás un nombre..,

 una rima con el color de aquellos ojos..,

que fueron su tierra,

su desvelo..,

aquel plato de guiso de arroz en invierno,

apoyada en una mesa sin mantel,

con vino y pan..,

acompañado con música de una radio mal sintonizada,

brindado a su suerte,

por sus ojos..,

por su tierra.

Descalzo en paz..,

que encuentres el alivio que nunca te intereso,

llamando esperanza al felpudo al que saludabas todas las noches,

negándose a adueñarse de montañas de escombros para construir monumentos,

no estaba en sus planes resignarse usando el poco tiempo que dura el calendario,

en elegir ejemplos de sus derrotas,

como símbolo de una nueva batalla,

renegando de las palmadas que le obsequiaron,

 para convencerlo que la angustia tiene premio,

y quedarse inmóvil..,

esperanzado,

sin gastar las plantas de sus pies,

cociendo bolsillos para no gastar las monedas,

explotando los pantalones y su pecho,

dejando que la mezquindad de otros lo convenzan que es cuasi delito la generosidad,

nada de eso quería..,

ni siquiera la puesta de sol para llorar,

el alba para susurrar su pena,

elegir una estrella entre millones,

nada de eso quería..,

dibujar en una servilleta el reencuentro,

ni olfatear los cuerpos para encontrar el aroma de aquellas memorias..,

cuando fue joven,

y amaba sin lupa, ni paraguas,

porque no le asustaba las tormentas de verano,

ni la letra chica del contrato.

Que descanses con la sonrisa burlona del verso que a carcajadas recitabas;

“ojos de frutillas,

nariz de nuez,

boca de gajo de mandarina,

piel de naranja,

pecas de semillas de kiwi,

sangre como jugo cítrico,

desayuno del poeta que busca en la verdulería la inspiración,

protestando por el precio de cada fruta”,

que descanses profundamente,

como el pozo donde enterrabas a tus fantasmas,

tus miedos y tus flores asesinadas,

que tu ronquido sea como la radio mal sintonizada,

que acompañaba el guiso..,

en aquellos inviernos que le dabas tanto calor,

para andar descalzo en el piso,

en la hierba..,

y la escarcha como pista de baile,

patinando..,

resbalando..,

rodillas hinchadas de amortiguar la caída,

como la vida misma..,

riendo..,

respirando profundo sin temerle a la pulmonía,

desoyendo el auxilio automático de los músculos frotándose por el frío,

ignorando lo previsible y recordando lo inconsciente,

pateando los cárteles establecidos,

como la vida..,

con los dedos entumecido maldiciendo la primavera.

 

     Daniel Memmo