Tengo la muñeca destrozada,
los párpados cargados,
las cuerdas oxidadas,
viejas,
a punto de romper.
“Por eso fue”
ahora canta el tal José
“que me viste tan tranquilo”.
La madrugada cae,
el tiempo se entumece,
y el mástil a mi espera
se recarga en la pared.
Maldigo las flexiones
cuando es estupidez,
un descuido.
¡qué importa ya!
Se desvanecen las notas,
la tinta,
los trastes y palabras,
las ganas.
Que se anuden los tejidos,
que rodeen a mis huesos;
las ansias me devoran,
y me pierdo entre sonidos.