Nací allá en un bohío,
en n pueblito, muy lejos,
mi cunita fue un pellejo
de un lindo guacho, merino
que me acogió con cariño
y me protegió del frío .
La partera, doña Rosa,
la que me ayudó a nacer,
dedicada a su quehacer
me levantó de las patas,
y me colgó cual piñata,
más bien como cualquier cosa,
y para salir del paso
en medio de ese alboroto,
me dio un palmazo en el poto
para ver si estaba vivo.
Dolor jamás he sentido
como el de este cruel chirlazo.
Y lancé mi primer llanto
esa fulgiente mañana
cuando el sol de mi ventana
me hacía cerrar los ojos ,
mas las pulgas y los piojos
me picaban tanto, tanto.
No me podía rascar,
ni escaparme de la maja,
me lo impedía la faja
que apretujaba mis huesos,
mas mi madre con sus besos
me trataba de calmar. .
Esa mañana de sol
mientras bebía el calostro
conocí el cándido rostro
y los pechos de mi vieja
que me cantaba a la oreja
bellos cántico de amor.