Desciendes a lo más difícil de mí,
desde no sé dónde,
desde el silencio
hasta la memoria de la piel
que perdura más;
Atrapada entre mis versos
pernoctas siempre en mi hondo deseo;
¡Aquí ya no vive nadie!
Solo las huellas y los ecos
se multiplican y prenden un afilado fuego
para cortar este frío de muerte;
La luna es un gran ojo
que trae tu rostro empapada
de horas calientes
cada vez que la soledad se siente libre
en este lugar.
¡Que me lleve quien me hizo esto!
Quien te llenó de gracia
y quien a mí de figura gótica
con olor a llanto;
Que más queda sino el hambre desnudo
y el aire seco
con sus palabras de amor.
¡Algún día subiré para verte!
¡Y solo entonces de alegría lloraré!