Hubo un tiempo de vida y esperanza,
tiempo de luz, de puertas siempre abiertas
en que mi voz se alzaba fuerte y fresca
para cantar a la vida en carne viva.
Tiempo fugaz que huía de mis manos
que me envolvía de ocasos y de auroras
que me besaba los labios cada noche
que saludaba conmigo a la alborada.
Pero soplaron los vientos del fracaso
y se cerraron las puertas con estruendo,
se me quebró la garganta en un aullido
y se quedaron rígidas mis manos.
Hoy sobrevivo en oscuras catacumbas
donde las ratas me muerden los recuerdos
donde las sombras me escupen pesadillas
y la razón se me escurre entre los dedos.
Mas alzaré la cabeza nuevamente
y volveré a cabalgar sobre mis dudas
desbrozaré mi camino a machetazos
y arrancaré las ortigas una a una
hasta que el sol me caldee nuevamente
y me acaricien los labios de la luna.