SERGIO MANZO ANDRADE

Ojos Claros

él, la miró a los ojos;

ella también contempló los suyos;

sin palabras, él le dijo: —hola;

y sin palabras, ella respondió: —hola, también;

sin palabras, él le solicitó: ¿y si salimos a dar una vuelta por la plaza?

y sin palabras, ella replicó: ¿y por qué no?

él era muy negativo, ella era muy positivo:

como sin querer, él rozó el hombro de ella,

como sin querer (por un brevísimo instante), los vellos se les erizaron;

después, él tomó su mano; enseguida, ella ya no la dejó ir;

desde entonces, sin saberlo, se hicieron adictos a la electricidad magnética;

como distraído, él le soltó: ¿y si tomamos un café, rapidito?

como despistada, ella le retuvo: ¿lleva usted prisa?

y tomaron café, pero los ojos de él, y los ojos de ella, ya no se soltaron;

sin palabras, como no queriendo, él le platicó: como que ya no la quiero dejar ir;

y sin palabras, ella le rebatió: ¿y cree usted que yo sí?

los ojos de él apelaron: ¿y si le doy un beso?

los ojos de ella regatearon: ¿y siempre va a ser tan mezquino?

y para colmo de males, al salir del café, se soltó un aguacero;

se cubrieron con el saco de él;

ella recargó su cabeza en su pecho, y lo enredó con sus brazos;

él nunca dejó de amar la lluvia;

y así se fueron por la vida,

dando tumbos, entre miel y hiel;

pero claro, con más miel que hiel;

pero nunca se soltaron de la mano,

y sus ojos,

nunca dejaron de mirarse.

Sergio Manzo Andrade (2019)