I
Me siento a distancias incontables,
A granos de arena y estrellas,
En una isla en el mar de las canarias,
Otra galaxia, otro universo.
II
Oye como me azota la madrugada,
Porque soy lo suficientemente devota a la tristeza,
Que he acordado con ella las horas de la noche perfecta,
Cuando suenan las doce en la torre del reloj, Francia.
III
Y justo para mí amanece,
Achantada de llorar, sola,
Con la vista de mármol en combustión,
Con el pensamiento, la hoguera.
IV
El humo destruye la esencia roja de mi boca,
Mientras mis ojos se pierden en algo que no sé describir.
V
Este otoño destroza cual invierno fuese,
Las cortinas de mi ventana se marchitan,
He extraviado el hábito, la costumbre,
Mis buenas oraciones deambulan en tinieblas,
Ya no puedo deleitarme con la música, ni las andanzas.
VI
Me he aferrado al libro de enero,
El codo por rendirse,
¿Esto es cansancio? ¿Quién desiste?
Solo consiento el sufrimiento,
A mi lado, nadie descansa
Si husmeo mi alma,
¿Vivo para mí?
¿Qué es esta herida?
¿Por qué no deseo vivir?
VII
La ventisca me alcanza,
Mis esperanzas se esfuman en el perfume del alba.
VIII
Tres de la madrugada,
Demando mi ausencia,
Contemplo esta aurora ermitaña,
Cuatro y veinte,
Cinco y media,
He desaparecido,
Nadie me nombra,
Ha amanecido,
Tengo frío,
Tengo frío y no he podido librarme de el.
IX
Arribo la estancia con el peso en los hombros,
Las hojas de un árbol esperan mi llegada,
A las aves del patio doy pan y semillas,
Y al apacigüar la sed de mi piel,
No tengo nada.
X
Con el café en la barandilla,
Asomo la cabeza para dejarme caer,
Y caigo en la imaginación de que el silencio que me aprisiona es eterno,
Y por cuanto me he decepcionado,
Ya no quiero vivir.