A mi abuelo Teódulo
lo conocí viejito,
cuando cumplí mis ocho
se fue, se fue al infinito.
Yo le recuerdo, con sus detalles
aunque era muy chiquita,
al caminar por la calle
donde estaba mi “casita”.
De recio carácter,
pero de blando interior.
Luisa él me decía,
el nombre que me bautizó.
Cuidaba de sus gallos
y de la vaca prieta;
montaba a caballo
como todo un señor.
Era muy mañanero,
como el zenzontle y el clarinero,
verificaba si la gallina habada
aún estaba echada.
Yo recuerdo sus lágrimas,
creyó a sus nietos ver morir,
bajo escombros polvosos
del techo de un viejo pozo.
Lo vi agradeciendo al cielo
cuando salimos asustados,
entre terrones y moretones
donde estuvimos soterrados.
Mi Tata le decíamos…
hoy añoro esos años,
de mi infancia querida
recordando su partida.
©Mirna Lissett Carranza (Luisa de mi abuelo)