Ese día, lentamente abrí el regalo
sentí mi alma a punto de caramelo,
respiré en hondas bocanadas los aires norteños
y le pedí a la Cajita, mis grandes anhelos:
-En tu melodía concédeme sentir la tibieza
de sus manos, tal vez inquietas
cuando tocaban tu musical silueta.
Brilla para mí con la misma luz de sus pupilas
al contemplarte imaginando mi sonrisa.
Regálame el olor de sus deseos
sabiendo que contra mi pecho
yo te abrazaría.
Descuelga sus ansias desde mi cuello
para que los latidos de tu pentagrama
atropellen y borren la lejanía.
Con cada nota musical
renueva la esperanza de nuestro encuentro
con sabor a eternidad.
Déjame que acompañe tus compases musicales
en los brazos de una utopía nueva
que dentro de mí hoy tiembla.
¡Dulce Cajita ,has cruzado los océanos,
para traerme un sol eterno de amor!
Entonces… ya no hubo palabras,
solo fui un río desbordado de emoción.