Y el fantasma azul quedó varado, adherido, y frustrado, cuando llegó Herminia a posarse en él. Pues, él no tenía vida ni esencia ni mucho menos alma. Cuando con el susto murió de repente, sencillamente murió y de un sólo susto. Y el violín, ¡ay, del violín!, quedó maltrecho, desolado y sin canción quien le entonara en él. Y ella, Herminia, se fue por el numen de un sólo desierto, en que sólo el tiempo caducó cuando llegó el levante de un frío inadecuado. Cuando en el alma socavó muy dentro, y de toda razón, cuando el alma, se levantó de toda percepción, cuando en el desierto irrumpió el deseo en querer vivir más y más. Cuando el alma se debió de alterar lo que más falló un amor con consecuencias fuertes porque todo finalizó en un triste desenlace por un altercado y una terrible y vil muerte, la de Herminia. Cuando se fue con el fantasma azul, adviniendo un triste cometido, cuando en el mañana después de diez años apareció con triste semblante, pero, luego le llegó la felicidad por encontrar a su gran e inmenso amor con la misma pasión que hace diez años atrás. Cuando el alma se convirtió en un sólo reflejo por amar lo que más enredó un suspiro de un sólo grito que sólo lo sintió y lo percibió en un sólo desastre en que le llegó el tiempo sin camino ni destino amando a José. Cuando en el amor sucumbió en un sólo anhelo, cuando el alma se entregó en un sólo gratinado amor y con una sola pasión. En contra del amor y de la pasión, se halló el desastre en amar lo que más se consiguió, a un sólo deseo en el corazón. Amando lo que se dejó aquí, un amor como el de Herminia y José. Cuando se amó intensamente como un sólo juego, en que se perdieron las reglas en contra de los padres de Herminia y él, José. Desnudando el ocaso y el sólo frío, desertando el amor entre un sólo escondite entre aquella piedra del llano llamado el Hoco. Y se fue por el tiempo sin tiempo, cuando en el ámbito del amor quedó el sólo deseo de amar en el sólo tiempo. Destrozando el imperio en unos ojos de luz, cuando la oscura soledad se avivó el deseo en amar más y más. Ingrato fue el tiempo en que sólo el anhelo se vió formado por un desenlace cuando más amanece en el cielo azul, como entre aquel fantasma azul se posó su propia alma y su propio destino junto al destino del pasado. Cuando el alma se dió una manera de entrever el camino, cuando en el camino se dió como saber y tentar el frío en la misma alma. Cuando en el alma se debió de entregar en cuerpo y alma y así, fue lo que hizo con aquel fantasma azul. Cuando en el alma se dió una fortaleza, en la cual, la fuerza se convirtió en más débil como aquel amor infructuoso en que no acabó en nada. Cuando en el alma, se llevó a acabo una manera de amar como lo fue el siniestro percance, de un sólo amanecer como en aquella tarde de invierno seco contra el ocaso frío que llegó sin lluvias ni calores. Pero, aquel fantasma azul, llegó sin avisar, sin correr, y ni mucho menos sin caminar. Adelgazando el momento y el instante en que se dió aquel altercado donde el suburbio se identificó, como aquella piedra por donde se paseó el amor en cada palabra del mismo amor. Cuando el amor se llevó una gran frustración cuando el amor no triunfó en demasiado calor sino en un sólo frío invernal que socavó muy dentro y hasta en la misma piel. En contra del socavado tiempo y el osado desenlace en que sólo el instinto se vió en el interior de ese fantasma azul como a su propia alma dentro de él. Cuando en el amor se quedó como el rumbo sin dirección. Cuando en el fantasma azul se debió de entrever el deseo de seguir amar a José. Y era ella, Herminia, la del fantasma azul, la que socavó muy adentro de ese espectro azul con la misma pena del mismo sentido y anhelo. Cuando en el alma se electrizó el deseo, de amar lo que encierra aquí muy dentro del alma en el fantasma azul. Cuando en el amor se olvidó por amar lo que sucedió aquí un devastado amor y una pasión en el ocaso frío. Deseando albergar un amor y una pasión, dentro de ese terrible espectro azul. Pero, y, ¿Rosa Jazmín?, ¿en qué quedó ella?, si en la manera de amar se parecía tanto a Herminia que el tiempo dejó una cruel manera en creer en lo que él, José, sabía que era ella. Y, ¿lo sabía, él?, pues sí. Y sabía más, que era ella, Herminia, la que había amado intensamente hacía yá más de una década. Y pasó un lustro de años, amándose, y soñando que era Herminia, pues, tenía su misma dulzura y, más aún, su mismo olor corporal que desnudó la buena sensación. Cuando fue su amor y, más aún, su sueño en ser como el mismo deseo en querer amar a cuestas de la traición, del pecado, y de haber perdido su más grande tesoro: su virtud. Y su violín, ¡ay, de su violín!, el que conllevaba una bonita canción en cuanto a notas que albergan su más delicada esencia de tomar en mano un violín y poder entonar una canción y más para él, José, su gran amor y amado corazón. Y se fue como el sol en la noche, como el viento a su favor o como las olas en el mar. Y la acogió el temor, y, más, la triste ansiedad dentro del mismo corazón y era aquel fantasma azul, por donde se paseó su alma más querida. Cuando en el instante se cruzó el mismo tiempo, el mismo corazón y la misma alma en el mismo espectro azul. Cuando su alma la vió y la tomó dentro de ese fantasma azul que le ayudó a edificar más su fortaleza en ser alguien y lo consiguió sí. Cuando en su alma, entre el silencio y lo que más se dió se fue su alma en demasiada vil e irremediable mala situación con un terrible desenlace que terminó entre la camorra entre sus padres y José. Se fue por el rumbo y sin dirección, por un sólo tiempo, en que sólo el sueño fue su dueño, el que quiso ser como un buen deseo en que fue sólo el tiempo su mejor aliado. Y, amó intensamente, y soñó como nunca, cuando el fantasma azul se creyó indiferente, pero, no, era tan igual que Herminia que él, José, supo que era ella, la Herminia. Y descubrió el sol y la misma lluvia que antes. Pero, cuando sus padres se alteraron entre el altercado o la contienda entre ellos y Jośe, se vió venir una tormenta de lluvia que sólo el sol supo derribar con el amor puro de ellos, pues no. Se vió venir la lluvia y más el deseo de haber amado a escondidas, a la intemperie, y con la terrible herida, por haber amado en aquella piedra por donde se paseó el dolor y el mismo amor. Y escribió sus sueños en el corazón. Cuando aquel fantasma se vió reflejado en aquella Herminia. Y, ¿Rosa Jazmín, sabía que era Herminia?, pues no, pero, él José, sí. Y José callaba, lo que en delirio quería gritar y salir corriendo de aquella habitación donde amaba a Rosa Jazmín, pero, recordaba a Herminia. Cuando en el amor todo se vale, pero, el valor era infructuoso, pues, el amor de él era Herminia y ésa era Rosa Jazmín. Pero, él, era José, y ése José, era delgado, pero fuerte, pero, aunque no pudo con el amor de padre de Herminia, sólo soslayó en el tiempo, cuando en el tiempo, sólo perteneció al amor de ella, de Herminia.
Continuará…………………………