Te vi marchar,
preciosa primavera,
sin despedirte.
Te dije adiós,
llorando en el silencio
de aquella tarde.
No volverían
mis ojos a encontrarte
en el paseo.
Pero quedaron
tus huellas en la arena
y en mis recuerdos.
Lindas pisadas
que el agua iba borrando
sin darme cuenta.
También el tiempo,
borraba tu figura
muy lentamente.
Y con los años
miraba ese pasado
con devoción.
En él estabas,
marchabas a mi lado
en la campiña.
Te contemplaba
sentía tus latidos
¡era feliz!,
Rafael Sánchez Ortega ©
14/01/20