Cuando no lo llama nadie...
Las visitas sentadas alrededor de mi fuego
me hacen confidencias de palma y jaleo,
entre risa y bisbiseo la tarde se va yendo;
es cuando sale el ángel a nuestro encuentro.
Se arranca por bulería en el centro del ruedo
sin que la vergüenza y el reparo le quiebre dentro.
Es en ese momento cuando acude, preocupación
que danza al viento sin pájaro que lo pose
ni regla ni convento.
Es en ese momento cuando lo saco y lo meto
en mi faltriquera para luego, para cuando los versos
me pidan cuenta y sentimiento, para cuando sarmiento
y deseo se entrecrucen en el aliento y se hagan bruma,
palabra y pensamiento, cuando el papel llorando y eterno
se haga misa de rodillas y pidiendo.
Es entonces cuando me vale su presencia, en ascenso
y descenso hasta pintar de espinas un cuadro postrero.
Es en ese momento, y no cuando hay visitas, respeto.
Cuando viene alguien de suyo externo cumple esmero,
recato y recelo, y no jarana y desenfreno, aunque verdad
es que un dulce a nadie amargó ni la vida es larga
como para perder unos tientos, que son pocos y lentos.
Ángel de mi cielo, te pido estáte quieto, no quiero
el gesto desabrido del que en mi casa gasta leño,
cuando se vayan y estén lejos sal al patio,
exprime el limonero y chorrea la savia sobre el venero.
Dame letras cuando las letras requieran resuello.