Eres mi pan,
y me bendices con tus ojos líquidos,
con los pétalos
sedientos que
que se desprenden de los labios,
cuando llegan tiernos besos
a sacudirnos la boca.
Eres mi amanecer,
y llegas con tus manos
llenas de colores,
que respiran por la casa,
que escapan
pecho adentro,
purificando
con su calor,
todos los sueños.
Eres mi lluvia,
y yo me levanto feliz
entre tus gotas,
debajo del cristal de tu sonrisa,
que me despeina el corazón
y refresca mis raíces,
mi corteza,
mis caminos.
Eres mi calendario,
y vas pariendo las semanas,
dejándolas sobre la mesa
para que el reloj
las ilumine,
llenándolas de azúcar
y de abrazos.
Eres mi refugio,
y das tus brazos para recogerme;
florezco entonces
desde tu vientre,
desde tus muslos,
y somos como la sal y el agua,
mar y sendero
donde la vida canta.
Eduardo A. Bello Martínez
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