Parece la noche aún Helena
pero el alba tiñe tu melena,
viene a través del brillo
en los ojos de una lechuza,
en la luna de roto anillo
en el olor dulce del heno,
en la tierra húmeda,
ese petricor cieno...
Comienzo mi jornada
aquí Helena,
atravesando
la bruma eterna,
blanda espuma
de chorros tibios,
alimento blanco,
vaho orgánico,
rumor mugido
entre penumbras.
Aquí Helena
frente al hato
sobre el lago
libero mi pena,
una sombra de mi
a lo lejos
flotando apenas
entre las dudas,
se sostiene exhausta
a un tronco muerto,
y en la corriente
mi esperanza cae
como gotas blancas
de un árbol
deshojándose en el cielo.
Helena,
Helena,
eterna.