Alonso Moraga

El Soñador

Desfilando por el camino olvidado apareció
la ilusión pasada del amor marchito,
y en mitad de su camino, suave, floreció
en el recuerdo del apasionado amante infinito;


y floreció su pena, su dolor y su tristeza,
junto a los sueños de una tarde apacible,
floreció; pues era fantasma la vil belleza
que el destino arrojó al viento, y sensible


la pasión del caminante soñador que soñó
el camino ausente del pasado,
porque para el soñador amado,
no hay camino más inmenso que el que caminó…


Sintió alas puras de tempestades
para volar sobre los caminos y la mar;
sintió cadenas invisibles de eternidades
en el alma, y dijo: no hay caminos para andar.

 

Soñó luego con su amada y, al recordar,
llegaron a él las desdichas y espantos
que su alma enternecida tenía para dar,
y brotaron de sus ojos melancólicos incesantes llantos.

 

Recordó su infancia luego, y soñar quiso
su pasado con olor de jazmines y alegría,
juegos interminables e infinito paraíso,
mas sólo grises golondrinas en el recuerdo tenía.


Y preguntó a la ilusión pasada: ¿vienes a desvanecer
mis ensueños dulces con tu amarga sombra?
Y la ilusión le respondió: no, soñador, a florecer
yo vengo cada vez que tu voz me nombra.


Entonces volvió el soñador a caminar por su sendero,
dejando atrás su amarga ilusión. Mediaba el mes de enero.
La ilusión, al sentirse olvidada, le gritó: ¡cobarde!
Y se alejó el soñador, en silencio, por el camino de la tarde.