Las mujeres tenemos una enorme fuerza, que hasta el hombre se asombra, cargamos como canguros niños, penas y todas las cosas, sin embargo tenemos el tiempo suficiente para dedicarle a la felicidad, a la alegría.
Actuamos diferente a nuestros deseos, por ejemplo lloramos cuando estamos muy contentas, cantamos cuando queremos llorar, sonreímos cuando queremos gritar, reímos de nerviosismo;
Esperamos que nuestra pareja nos llame por teléfono y nos diga que está sano, que pronto llegará a casa, necesitamos escuchar que nos extrañan.
Nos ofrecemos para toda clase noble y buena, cualidades especiales; no aceptamos nunca un “no” como respuesta porque estamos seguras que siempre hay una solución donde menos lo hemos buscado;
Perdonamos porque somos inteligentes y sensibles, sabemos utilizar nuestro poder, somos tan suaves cuando queremos conseguir algo; pero, a la vez somos mujeres fuertes, con una fortaleza enorme en el espíritu, sabemos esperar;
Si, lloramos, gritamos, reímos, zapateamos, nos alegramos, y cambiamos como el camaleón; pero así como él mostramos nuestra belleza; amamos tanto, nos derretimos con el nacimiento de un hijo, nos alegramos hasta las lágrimas en un matrimonio, solo un acto como un abrazo, un beso, un te amo, un te necesito, cura nuestro corazón roto por un desengaño.
Logramos ser inolvidables no importa si es en la mañana, en la tarde o en una noche romántica.
cuando entregamos realmente el corazón hacemos girar el mundo en torno nuestro, tenemos mucho que decir, somos incansables, tenemos tanto que dar.
Las mujeres no somos bellas por el vestido que llevamos puesto, ni por la figura que tengamos, ni como nos peinamos; aunque es importante que nos vean bellas por dentro y por fuera;
Son nuestros ojos quienes reflejan nuestra belleza, ellos son las ventanas de nuestro corazón y las del alma, ellos son el lugar donde reside el amor y lo guardamos hasta que alguien lo reclama; es el cuidado y la pasión que empeñamos;
Somos como el mar inmenso, profundo, albergamos toda barca y velero naufragado, y nuestros puertos son aquellos los hombros que ofrecemos para que lloren sus nostalgias, las olas nuestros brazos para acogerlos en su llanto, nuestras lágrimas prestamos en todo suceso que nos alegra y nos entristece, lo que nos hace bien y los que nos hace daño, pero saben una cosa, siempre seremos más bellas con el paso de los años.
DOMOTA