Muy serio se balanceaba
en la silla mecedora,
al ritmo de sus recuerdos
presentes en todas horas.
Evocando cuando niño
-que todo lo sorprendía-
aquellos felices tiempos
de inocencia y alegría.
Luego corrieron los años
y con otras pretensiones,
llegó a tener una novia
que lo llenó de emociones.
Fue destrabando misterios,
esos que encierra la vida;
se hizo finalmente hombre
y hasta formó una familia.
Con su mujer y sus hijos,
y un empleo respetuoso;
todo avanzaba perfecto
y se sentía dichoso.
Infortunios no faltaron,
para bajarle los brazos;
mas pronto se reponía
con esfuerzo, paso a paso.
Llegaron los tiempos duros
que la vida le fue dando,
pero continuó la lucha
con tesón y sin descanso.
¡Cuántos recuerdos forjados!
¡Cuántos sucesos vividos!
¡Cuánto llanto y cuanta risa
en su extenso recorrido!
Mecíase suavemente
mientras evocaba historias,
que le atizaban la mente
hostigando su memoria.
Abrió su puño cerrado
que con fuerza sostenía,
para liberar las penas
… que partieron aquel día.
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Jorge Horacio Richino.
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