Amada mía, óyeme
porque mi corazón agonizante
está en estos
días efímeros de llorosa tarde.
Amor de mi vida,
necesito que escuches
a mi corazón.
Cada día mi corazón
está agonizante de ti, tiene
sed de ti,
amiga mía.
Ya no aguanto más
ésta trémula, atormentada y
hazañosa desesperación
que tengo y que deseo y que muero.
Amada mía,
sólo con tu presencia
puedes aliviar mi
deseo de ti.
En estas horas horrorizadas
por la amargura de ti voz
tibia como la claresa
del umbral del río.
Sequía de día y de noche,
engañadora de amor,
déjame tu silencio,
para que yo adore tu
silencio.
Voz de la cítara vieja y
melancolía de la tristeza
renovadora del gótico
canto del día suspirador.
Te pareces cuando callas
a la palabra melancolía.
Si tú supieras que todavía
he de amarte tanto
aunque el tiempo
me arrebate el sueño de tenerte.
Si supieras que tu risa,
sólo tu risa dulce
me acompaña en todos
los recuerdos que son
los que aclimatan los cantares
sombríos de la tristeza.
Si supieras que tus ojos
son los que encienden el
amor deseoso de amar,
taciturna de milicias!
Si supieras que tu voz
es encantadora del
amor pasionante
del umbral terrestre
y lunar
de ansiarte.
En ti yacen mis revuelos
y mis esperanzas del
amor floreciente,
más no puedo
decir de esto.
Amada mía,
sólo quiero que tú
sepas
que te necesito y que
me muero de la
ausencia de
tus ojos.