Contar las palabras.
Contar los segundos.
Saber cómo un dulce sabor corre llegando a la boca.
Y en nada compete este pleno sabor a las viandas de esta noche especial que todos ansiamos con gusto, y que a tantos, por destinos trenzados entre tantas manos confundieron al punto de perderlos.
Es algo que viene de dentro y se amaña en el cuerpo.
Es regocijo que quiere prolongarse a lo largo de nuestro porvenir, pero lo sabemos proclive a abandonar por las diarias angustias más cada año a bien nos renueva.
Es la venida de la esperanza en los brazos de un niño por siembre llegando en toda etapa de su vida.
Es a Jesús en su presencia de niño quien viene a regocijarnos llenándonos de sus bendiciones abriendo sus brazos e invitándonos en ello a abrir también los nuestros.