El silencio
danza con cada sombra
y pulveriza los ojos en cada paso.
La ausencia baila su amenaza
en el cansancio
de la espera.
Se caen los ojos de sus cuevas,
como hojas muertas de sus ramas
regando el camino
que ya no tiene regreso;
El cielo oscuro se aleja,
la luna se hace transparente
y llega la aurora
amortajada de plegarias
y de pájaros en pena;
Se siente el frío junto a su humedad,
erizados en el preludio
de las horas más profundas;
Se sienten las olas embravecidas
sobre los ojos,
el dolor sobre la carne, al vagabundo
con sus flores en la mano
y un murmuro que revienta
a los oídos;
Se sienten los abrazos
como serpientes martirizadas
apretando la distancia.
Esta escrito que la muerte
nos llegará un día;
El viento feroz nada puede,
el amor y la ternura nada pueden;
Las gotas del tiempo
resbalan, lo mismo que la carne
hasta el hocico de la noche
y nada pueden;
Las plegarias se multiplican
con sus alas de dolor,
surcan veloz el aire hasta el ronquido
del señor
¡Y nada pueden!
Solo nos queda esperar
y seguir muriendo.